El presente ensayo bien podría ponderarse como una continuidad accidental de reflexiones previas (‘Argentina; disquisiciones en la emergencia’ -27JUL2022-; ‘Argentina: héroes improbables y principio de anomia’ -10JUL2022-, y ‘Argentina: torbellino de improvisaciones, inestabilidad y turbulencia’ -SEP2022-).
En más de un sentido, estos textos intentaron llevar a cabo una somera disección de los desperfectos que -latentes o manifiestos- constituyen la esencia de la disfuncionalidad institucional en la República Argentina. Provisionalmente, y aunque la confección de esa taxidermia sería harto extensa, la pieza publicada el 10 de julio (‘Héroes improbables…’) buscó poner el foco en el fallido modelo de coparticipación federal -ecosistema que hoy ha terminado por implosionar, impulsando una nueva oleada de maniobras de cobertura de parte de actores económicos de peso (volatilidad en aumento del tipo de cambio, recrudecimiento inflacionario).
La voladura del falso consenso en torno a fondos coparticipables adquiere valor estratégico para el análisis:
1) La divisora de aguas entre gobernadores de provincia que lo respaldan y los que no, admite per se el fracaso del modelo -en razón de que algunos siempre saldrán perjudicados, mientras que otros sacarán provecho. El ejercicio de suma cero lleva a que dirigentes provinciales vean a sus pares como si se tratase de enemigos sobre quienes es menester imponerse cualquiera sea el precio -en una suerte de bizarra reproducción de escaramuzas intestinas propias de la América colonial. Por su parte, el Poder Central parece alimentar ese desprecio interprovincial, como si rindiese cuentas a alguna Corona extranjera desde el adagio latino Divide et impera;
2) Lejos de erigirse como metodología para solucionar conflictos, los potencia, amplificando el ruido político y, a la postre, el ruido económico;
3) En el presente contexto de crisis macro, la puja Nación versus Ciudad Autónoma de Buenos Aires conduce a interpretaciones políticamente sesgadas que nublan su deconstrucción; ergo, la pelea se traduce en una falsa antinomia. En la práctica, ese interdicto pone en exposición la franca bancarrota del Estado: habiendo tensionado más allá de lo tolerable la impresión de pesos, la administración central confiesa que sólo puede quitarle a algunos para darle a otros. En un segundo plano, la violenta reacción del oficialismo contra la resolución de la Corte Suprema de Justicia de la Nación admite que los fondos son escasos -o bien, que éstos simplemente no existen.
4) Consigna el peso de la evidencia que el presente esquema de coparticipación es utilizado discrecionalmente como instrumento para el disciplinamiento político desde la Nación, reprimiendo cualquier chance de crecimiento genuino en las provincias -en tanto también contribuye a la consolidación de gobernaciones/gestorías maliciosas en el interior: sus representantes harán cualquier cosa para caer en agrado de Buenos Aires y, así, hacerse de las codiciadas partidas presupuestarias.
Así las cosas, la Variable Coparticipación conducirá a una serie de conclusiones complementarias, emparentadas con un andarivel estratégico de orden superior:
1) La Corte Suprema de Justicia resolvió a destiempo sobre el particular, con sus miembros acaso más preocupados de cara al impacto político resultante. Mientras tanto, habrá de resolver próximamente sobre otro conflictivo frente, vinculado a la seguridad social. Al igual que la justicia federal, el máximo tribunal juega al tiempismo político con sus fallos. Lentitud planificada, discrecionalidad y excesiva tolerancia para que algunos protagonistas litiguen ad infinitum sin abonar costas, se conjugan en un combo que transforma al Poder Judicial en un nodo del ámbito público que aporta su cuota de complicidad con la disfuncionalidad de un sistema político hoy en jaque. Peor aún, el colectivo judicial ha colaborado concienzudamente en la naturalización de la flagrancia, sin importar se trate de maniobras tendientes al blanqueo de activos; de declaraciones juradas cuyos contenidos no se condicen con la realidad de las tenencias de sus signatarios; de percepción ilegal o duplicada de impuestos por parte de funcionarios políticos; de evidentes incursiones de estos últimos en defraudación y despilfarro; etcétera. A la postre, la pasmosa falta de timing de fiscales y magistrados contribuye con la amplificación del ruido político que, en el epílogo, muda sus perniciosos efectos al terreno económico. Como tal, el Poder Judicial ha dejado de ser útil para los ciudadanos que lo financian; se ha transformado en una entidad abstracta que sólo representa a su propio interés y protege a sus miembros caídos en desgracia (rara vez, estos pagan con prisión de cumplimiento efectivo). Es -a lo mucho- un simulacro pobremente confeccionado que alimenta la sensación extendida de ausencia de justicia.
2) Se asiste a la ocurrencia de un evento inédito: la correlación temporal perfecta entre el descalabro judicial y el que contamina a la dirigencia como colectivo. En el seno de la administración central, conviven al menos cuatro vertientes políticas esencialmente diferentes (kirchnerismo, albertismo, massismo, izquierda radicalizada) -todas ellas, igualmente viciadas de inacción y trasegadas por una abyecta incompetencia. A su vez, el fenómeno comparte transitividad con el subsistema de oposición, con sus integrantes embarcados en luchas fratricidas de naturaleza aspiracional que ciertamente aportan al proscenio de desconcierto; arista que corre el velo sobre el agravamiento del cuadro cuando se certifica de inmediato que sus referentes y competidores carecen de plan alguno.
3) La dinámica del hundimiento que se verifica a nivel multiplataforma se caracteriza hoy por su aceleración, y revela un comportamiento inercial. Esto significa que los procesos de ruptura apuran su concreción en todo el espectro, aún cuando se insinúe una aparente sensación de cohesión (en los hechos, un espejismo). En rigor, la definitiva implosión del Sistema no se ha producido al momento, merced a la intervención del azar. La disolución, sin embargo, primero gana fuerza y empuje en los distintos subsistemas (como ya se dijo: economía, política, justicia, etc.). Adicionalmente, los componentes más pequeños del Sistema -en tanto acopian y superponen los desperfectos inherentes a cada cuál- trabajan con denuedo para garantizar la demolición del Conjunto.
4) Una oportuna recolección de estos parámetros permitirá concluír que la República Argentina, en el mejor de los casos, corporiza una democracia de baja intensidad. A lo largo de su distribución territorial, sin embargo, conviven microclimas cuyo funcionamiento operativo es insidiosa pero objetivamente comparable con el de diminutos Estados fallidos (distritos, provincias enteras). Ante la comprobación localizada y generalizada de este diagnóstico, ciudadanos de segmentos etarios específicos (léase: población económicamente activa) se inclina por la emigración, edificando una novedosa diáspora. En el ínterin, y con notable eficiencia, el ecosistema dirigencial patrocina el daño sistémico -en razón de que, precisamente, ignora la naturaleza inherentemente sistémica de los problemas y su resolución.
En síntesis, y puesto en pocas palabras: Shock to the System.
Precision quirurgica para la biopsia del tumor expandido. Sintaxis austera para hacer mas notable la maraña de intereses que empujan la decadencia de la Republica , algunos con oscuro origen fronteras afuera. Magistral pronostico sombrio sobre la evolucion del Partido Judicial.